Autodidacta, hiperformado, muy involucrado y comprometido con sus proyectos, altamente estudioso, estratega, confrontativo, visionario, gran persona; referente, maestro. Así definen a Hugo Kogan (1934-2023) desde el campo del diseño, del que es uno de los referentes en nuestro país y en Latinoamérica. Para Analía Cervini, doctora en diseño e innovación y diseñadora industrial, Kogan fue también inteligente, sensible e intuitivo. “Inteligente en su modo de aproximarse al mundo, a los entornos y a los ambientes. Sensible en su capacidad de lectura de contextos, en su interpretación de situaciones, en su comprensión de problemáticas y formulación de soluciones. Intuitivo en su relación con las personas, con los negocios, con las estrategias y con el futuro”, explica Cervini.
Hugo Kogan tuvo una formación atípica: de chico estudió dibujo, fue escultor en su juventud, se recibió de técnico electromecánico y pasó por la carrera de arquitectura. Con ese bagaje y una mirada atenta y creativa comenzó a trabajar como diseñador industrial en los años 50, cuando la disciplina aún no existía como carrera universitaria. A lo largo de su recorrido, Kogan diseñó y desarrolló más de doscientos productos: bienes de capital, máquinas textiles industriales y familiares, equipamiento urbano, electrónica de entretenimiento, hardware, equipos de electromedicina, grandes y pequeños electrodomésticos y sistemas de equipamiento bancario y ferroviario. Uno de sus inventos más conocidos fue el Magiclick, un encendedor de chispa que a partir de 1968 reemplazó a los fósforos en miles de hogares del país. Pero su aporte al mundo del diseño va mucho más allá. Fue una mente brillante, pero sobre todo, un trabajador del mundo del diseño y del campo de la cultura.
“Su herencia tiene tantas aristas como aportes materiales e inmateriales. Es fácil encerrar su obra en el invento del Magiclick que realizó para la empresa Aurora. A mi entender su obra más relevante no se trata de objetos, sino de análisis sistémicos, estrategias y métodos para instituciones, políticas productivas y empresas de toda escala”, explica Wustavo Quiroga, diseñador industrial, gestor cultural e investigador de diseño.
“Un aporte fundamental de Hugo al mundo del diseño fue la evidencia de la posible convivencia del mercado, la gestión y el mundo de los negocios con el buen diseño. Hugo trajo profesionalismo de excelencia a una disciplina que por momentos olvidaba que debía inscribirse en sistemas complejos con intereses cruzados. Una mente tan inteligente e intuitiva como la de Hugo, demostraba siempre una altísima capacidad de operar en esos sistemas complejos”, agrega Cervini.
El artista y diseñador argentino Cristian Mohaded dice al respecto: “Creo que fue una influencia significativa para muchos diseñadores y trabajadores del campo de la cultura, el arte, la arquitectura y, por supuesto, el diseño. Su enfoque meticuloso y su profundo conocimiento teórico y técnico inspiró a varias generaciones de diseñadores. Su herencia continúa siendo motivadora. Dejó un legado notable dentro de la historia de la industria, la cultura y la academia de nuestro país”.
Un diseñador todoterreno y multipremiado
Tal como lo expresan Wustavo Quiroga, Cristian Mohaded y Analía Cervini, el recorrido de Hugo Kogan incluye un gran aporte a espacios institucionales y a la profesionalización del diseño industrial. Integró el grupo fundador de la Carrera de Diseño en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. Además, fue parte del Centro de Investigación del Diseño Industrial, participó de los primeros Departamentos de Diseño Industrial en empresas que apostaron a la tecnología intermedia y la producción nacional; integró el polo profesional formado alrededor del Centro Metropolitano de Diseño e impulsó la presencia del diseño en premios como Innovar, dando espacio a aportes que transitan entre la inventiva, la ingeniería y el diseño industrial.
“Kogan fue uno de los referentes más importantes a nivel teórico y académico, permitió explorar nuevos roles del diseñador. Su importancia radica en su rol técnico y tecnológico, de absoluta innovación y practicidad, penetrando en los ámbitos domésticos. Tenía una dedicación profunda al avance del diseño industrial local, con una visión innovadora”, explicó Mohaded. Además, el diseñador señaló: “Ambos hemos buscado influir positivamente en nuestro entorno y enriquecer el mundo del diseño con gran dedicación. Trabajamos con diferentes enfoques: en el caso de Hugo, orientado a la industria y la tecnología, y en mi caso, a la industria y la artesanía. Cada uno —desde su enfoque, sus inquietudes personales y profesionales, que son en definitiva los que nos definen como diseñadores y agentes culturales— ejercemos con la misma pasión el oficio”.
Por todo este recorrido Kogan mereció el Premio a la Trayectoria de la Academia Nacional de Bellas Artes y tres premios Konex en la categoría Diseño Industrial. “Kogan constituye un ejemplo inspirador para las generaciones de estudiantes y profesionales recibidos de las carreras de diseño industrial. Nos demuestra a través de su quehacer que el diseño industrial aborda y abarca todas las escalas del habitar, lo cual abre un panorama de posibilidades infinitas en la aplicación de la disciplina”, dice el comunicado de la Academia. El reconocimiento destaca también que su trabajo y docencia “muestran que la profesión es más un servicio orientado a un compromiso con la sociedad, que una máquina de producir objetos estrella, respondiendo más a la necesidad de un contexto social que a un vedetismo objetual”.
Como si fuera poco, varios de los diseños de Kogan forman parte de la colección del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y fueron exhibidos en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, y en la muestra Made in Argentina en Milán, Helsinki y Ciudad de México.
Hugo Kogan y el Mercado de Industrias Culturales Argentinas
Desde el sector diseño del Mercado de Industrias Culturales Argentinas (MICA) de la Secretaría de Cultura, se entiende al diseño como un hecho cultural esencial que influye en la vida, en la idiosincrasia y en la educación de los pueblos porque crea nuevos lenguajes y reinterpreta los existentes. Desde esta perspectiva, los diseñadores de todas las disciplinas son agentes activos de la cultura y se convierten en embajadores culturales. A través de sus diversas manifestaciones —objetos, vestimentas, interiorismo y comunicaciones— los diseñadores generan cultura en sentido amplio, aportan valores de uso, valores simbólicos y llegan con sus diseños a nuestra vida cotidiana.
Es por eso que desde este sector consideran que Hugo Kohan es una figura ineludible para el diseño argentino y un referente para el MICA en tanto que sus concepciones son parte de ese entramado sociocultural del diseño en su dimensión disciplinaria, proyectual y productiva.
Visión de futuro, generosidad y humildad
“Hugo era una persona muy sagaz, extremadamente divertido, muy afectuoso. Valoraba en el otro el profesionalismo, pero fundamentalmente la modestia, la sinceridad y el humor”, cuenta Cervini sobre Kogan. Al igual que Quiroga, resalta su generosidad, su capacidad de trabajo y su constante energía para pensar nuevos proyectos.
“El último tiempo que nos pudimos reunir, nuestras charlas eran cercanas a la ciencia ficción. Pensábamos los cambios que tendrá el planeta y el devenir humano en 50 y 100 años. Escuchar su capacidad de percibir la transformación del todo, no desde lo formal sino desde lo sistémico, era muy interesante porque antes de llegar a la forma sondeábamos lo filosófico, lo político, lo económico y lo religioso. Esto me ayudó a entender aún más que Hugo no diseñaba cosas, diseñaba experiencias de vida y eso hizo para gran parte de los argentinos, desde un momento tan temprano como el nacimiento -con cunas de atención prenatal- o la herencia de experiencias con un proyecto como el de Fundación IDA”, contó Quiroga.
“Los últimos años que compartimos postpandemia fueron más bien de tiempo doméstico. Visitas en su casa muy bienvenidas por Helene, su gran compañera. Tomábamos café, dibujábamos, diseñábamos algunas piezas y conversábamos mucho —cuenta Cervini—Al tiempo, empezamos a proponernos temáticas de discusión, a argumentar y a debatir, a grabar todo aquello que decíamos. Y, las charlas, como siempre con Hugo, eran desopilantes, sin censura, muy honestas, políticamente incorrectas, explorando el absurdo. Mucha risa, mucha creatividad”.
Agrega, además: “Poco tiempo antes de fallecer, a esos encuentros les pusimos juntos un nombre: ‘El tembladeral’. A Hugo le fascinó esa palabra, yo le pinté una imagen en acuarela. El tembladeral era la palabra perfecta, decía Hugo, porque cuando se hiciesen públicas nuestras grabaciones iban a temblar la tierra. Todavía tenemos pendiente su publicación, seguramente valga la pena de aquí a un tiempo. Lo extrañamos mucho”.