Cuando hablamos de agua indudablemente viene a nuestra mente un líquido limpio, puro y absolutamente esencial para nuestra vida, ahora bien, si tiempo atrás se hubiese dicho que este vital elemento podría ser codiciado por muchos por haberse transformado en un referente de sofisticación hubiese resultado increíble, sin embargo hoy esa fantasía se ha convertido en realidad. La oferta de aguas purificadas, filtradas, mineralizadas, etc. ha aumentado considerablemente tras la detección de una demanda cada vez más intensa que acompaña una creciente cultura del paladar. Así, existe hoy una franja de consumidores que no se conforma con lo básico y que busca a través de su exploración descubrir un mundo de nuevas sensaciones, disfrutar, en definitiva, de la esencia misma del producto, de su origen, de sus componentes más ocultos, de su proceso de gestación.
Parece ridículo hablar de sabor cuando se trata de agua ya que se supone que es insabora, inodora e insípida, pero el target hacia el cual se dirige la oferta no piensa eso, muy por el contrario, esas personas consideran que todo degustador de buen vino, por ejemplo, cometería un sacrilegio si no acompaña su bebida predilecta con un agua que se encuentre a la altura de su refinada exigencia. Estos amantes de la buena vida interpretan como un pecado acompañar su más logrado plato gourmet con un producto masivo y descalificante.
Este lugar, ocupado de manera muy relativa por marcas europeas como Perrier o San Peregrino, hoy ha explotado en cantidad de nuevas ofertas. Lauquen Reserve y South Virgo son dos claros ejemplos de cómo uniendo visión, una buena estrategia de marketing y un excelente desarrollo de packaging se puede lograr no sólo entrar al mercado sino hacerlo con muchísimo éxito.